Y llegó el día. ¡Tanto tiempo esperándolo! Nos preparamos para salir corriendo en cualquier situación. Saboreamos la ilusión del fin de los pañales… Y llegó el momento de lavar mudas y orinales. Y eso, que podemos dar gracias a que la fregona la hemos usado un par de veces en todo este tiempo.
¿Y qué tiene que ver esto con los libros que leemos? Pues mucho. Durante aproximadamente un mes ahondamos en la literatura más escatológica que se pueda imaginar. De un día para otro todos nuestros protagonistas nos contaban sus necesidades, cómo lo hacían, dónde, cuándo, ¡CUÁNTO!…
Como sucede con el resto de cuentos tuvimos libros de pises y cacas repartidos por todas las estancias de la casa. El baño sufrió una transformación muy original como se ve en la imagen.
Guiados por los consejos de otros papás colocamos un mural para las pegatinas-recompensas y ahora tenemos pegatinas en el váter, los suelos, las puertas… de tal forma que siempre hay una carita sonriente viendo lo que haces.
Estrenando las pegatinas
No era la primera vez que Elea veía un cuento sobre el tema. Hace algún tiempo le regalaron el libro Mi libro orinal con sonido, de Bruño, y lo hemos visto tantas veces que estaba segura de que la teoría la tenía bien aprendida. Cada doble página está dividida en dos secciones, una en la que explica un paso para dejar los pañales y otra en la que se debe encontrar un objeto escondido bajo unas pestañas. Cuando aciertan suenan vítores y aplausos, ¡¡era genial!!
Además, me hice con un buen montón de cuentos de la biblioteca sobre el tema y le monté un rincón del lector frente al váter y otro itinerante que viajaba junto al orinal del salón a la cocina, pasando por las terrazas o el mismo pasillo frente a la puerta de casa.
Elea disfrutando su momento con ¡Voy! y Buenos días
El rey del momento fue ¿Puedo mirar tu pañal? de Guido van Genechten. Nos pareció bastante gracioso ir mirando pañal a pañal para ver qué tenían los amigos del ratoncito. Elea se pasaba un rato en el orinal empezando y acabando una y otra vez este mismo libro. Lo que no puedo creerme es que no tenga ni una sola foto de este libro.
Otros que tuvieron buena suerte con la selección de Elea fueron ¡Voy! De Matthieu Maudet (el de «el pipi naranja”) que le cuenta a su familia que ha decidido ir y cada uno le entrega un objeto para que tenga mejor viaje. Lo vimos tantas veces que descubrimos las hormiguitas pequeñinas y hasta tuve que inventar historias sobre ellas para que aguantase sentadita en el lugar que fuese.
Y ¡Todo el mundo va! de Émile Jadoul con el que me parece que aprendió más vocabulario que otra cosa.
Uno que no consiguió un huequito en nuestra estantería errante fue ¡Todo el mundo hace caca! de Rascal. El motivo no sé cuál fue, la verdad, pero lo vimos una vez y no quiso repetir ni una sola vez de las que se lo propuse, así que a la biblioteca de vuelta.
Pero sin duda, el libro del que más disfrutamos fue Un día de pesca de Béatrice Rodriguez, editado por Libros del Zorro Rojo. Yo lo conocía muy bien porque lo había usado varias veces en actividades y cuentacuentos de la biblioteca y decidí llevarlo a casa.
¡Ha sido una auténtica pasada! Se trata de un libro sin texto con unas ilustraciones buenísimas. Las expresiones de los personajes son extraordinarias teniendo en cuenta que son dibujos con trazos sencillos. La narración cuenta de parte del lector y puede alargar o decir lo que quiera. Es una de las mejores técnicas para que los niños que aún tienen lejos el aprendizaje de la lectura puedan leer. Se ven involucrados en la narración de una historia y potencian, además, su imaginación.
Este libro es la continuación de Ladrón de gallinas y La revancha del gallo, también sin textos. Otro aspecto a destacar de esta serie es la originalidad de su contenido. La historias que ilustran evitan los convencionalismos, apoyan las decisiones personales y la amistad y el amor sin tapujos (aquellos que pudieran entender nuestros retoños). Los recomiendo para echarse unas risas en familia.
Pues todos estos ratos llevando y trayendo el rincón itinerante, el orinal, las pegatinas y demás enseres temáticos fueron divertidos y curiosos, pero no conseguimos nuestro objetivo. Elea decidió que no usaría ni el orinal ni el váter para hacer caca. Pensando que se había agobiado con tanta pompa alrededor de sus necesidades dejamos de leer cuentos relacionados con el tema.
Hasta que un par de semanas antes del cole volvimos a leer Mi libro orinal y uno de la biblio nuevo para nosotros que se llama Voy solo al baño de la editorial Timun Mas. Tiene sonidos para accionar según lo que esté haciendo el protagonista del libro. Las risas están aseguradas, desde luego.
Pero no conseguimos que Elea comenzara el cole haciendo caca en su sitio. Así que a mitad de trimestre me puse a buscar información sobre la situación en la que nos veíamos prácticamente todos los días. Busqué libros y cuentos que pudieran ayudarnos, juegos, canciones… no sin antes preguntarle a la peque por qué no quería intentarlo y llegar a la conclusión de que le da miedo. Así que de todo lo que encontré me quedé con este libro que cuenta la historia de Daniel, un niño que prefiere soportar los dolores de tripa a hacer caca en el orinal. Su papá le cuenta que la Señora Caca debe llegar cuanto antes a su casa para que sus hijos, los cagarritos, no estén preocupados ni tristes. Y a base de intentarlo Daniel consigue dejar salir a la Señora Caca.
Se llama ¡Ya soy mayor! y es de Sergi Càmara para la colección Bosque de letras de la editorial Parramon. El problema que tiene Daniel es el mismo que el de Elea, por eso estamos leyéndolo muy a menudo. Cuando llegó el libro a casa solo quería leer este. Varios días después, cuando comparaba con ella su situación y la de Daniel, me dijo: mejor otro cuento. Supongo que estaría interiorizando el objetivo de esa lectura.
De momento no hemos conseguido liberarla del miedo que tiene, no será por falta de cuentos. ¡Lo seguiremos intentando hasta logralo!