Patricia Geis y los Dudús nos han convertido en dos entusiastas de los libro-juegos. Por eso, además de admirar preciosas ilustraciones y leer todo tipo de historias, el cuerpo, de vez en cuando, nos pide: ¡MÁS ACCIÓN!
Así empezó nuestra amistad con las sombras y la obsesión de Elea por la linterna. Hace casi un año, cuando volvimos a disfrutar de nuestra compañía por las mañanas, recuperé un listado de libros para jugar con sombras que había creado poco tiempo atrás. De todos los que tenía anotados seleccioné Juego de sombras de Tullet y Excentric cinema de Béatrice Coron. Los pedí prestados en la biblioteca y en cuanto llegaron a casa: bajamos persianas, apagamos luces y preparamos linternas. Elea era toda intriga. Como aún no hablaba no sé qué pensó en ese momento, pero me miraba y me seguía, confiando en que iba a ser guay.
¡Clic!
Encendí la linterna y, sobre su cama, en la pared, aparecieron un circo, un montón de gatos escondidos, una bruja en su escoba, un cocodrilo y miles de personajes, lugares y detalles tan minúsculos que podría haberme quedado contemplando la proyección durante toda la mañana. Sin embargo, mi embobamiento con las sombras duró lo que tardó Elea en coger la linterna, cegarme y convertir su habitación en una sala de tortura visual con imágenes que iban y venían a toda velocidad y sin sentido alguno. Si a eso le sumamos la repetición de la única palabra que le cuadraba en aquel momento: “mi, mi, mi, mi, mi, mi, mi” nos queda una experiencia desastrosa y divertida que había que mejorar.
Repetimos por la noche para enseñárselo a papá pero no dejamos claro el qué: las sombras proyectadas o el hábil manejo de la linterna.
El día siguiente se convirtió en una clase maestra sobre el uso de la linterna. Esta vez nos fuimos al salón. Sobre la mesa baja colocamos los muñequitos de El monstruo de colores, bajamos las persianas y encendimos la linterna. De uno en uno fuimos colocando los monstruos y viendo cómo se agradaban y empequeñecían al acercar y alejar la luz. Elea estaba que no cabía en sí con el juguete. Así que nos pasamos buena parte de la mañana poniendo cosas sobre la mesa y enchufándolas con la linterna.
Cuando hice rodar la linterna sobre la mesa para que al alumbrar a los muñecos sus sombras corrieran por la pared, pensé que se le salía el corazón del pecho. ¡Qué saltos! ¡Má! ¡má!
Tras varios días de juegos con la linterna, mareando a Canelo con la lucecita y alumbrando todo lo que pillaba, decidí que podíamos volver a coger los libros que me presté en la biblio. Le tocaba el turno a Juego de sombras de Tullet. Pero le pasó más o menos como con Excentrin Cinema en su habitación, que no podía dejar de mover la linterna.
Ya iba a rendirme cuando me di cuenta de que Elea estaba utilizando perfectamente la linterna y el libro, ¿si no para qué servirían? Estaba experimentando y aprendiendo a través del juego. Pero si hasta uno de los libros lo decía en su título: Juego de sombras. Así que me uní a ella y nos divertimos mucho con ¡que viene el lobo! mientras agrandábamos y empequeñecíamos al lobo del libro. Debíamos hacerlo muy bien porque los pellizcos que me llevaba en las piernas cuando venía el lobo eran tremendos.
El juego ¡qué viene el lobo!
Aunque pasamos unos días muy divertidos y las dos aprendimos cosas, no quedé muy satisfecha con los libros. Excentric cinema es magnífico, sus proyecciones están llenas de movimiento y las escenas contienen muchos detalles, pero creo que Elea no comprendía la mayoría de las escenas. Así que volveremos a probarlo pasado el tiempo. Y el libro de Tullet, Juego de sombras, me pareció incómodo para poder proyectarlo. Al estar encuadernado como un libro las páginas no se abren completamente para dejar que la luz penetre únicamente por los dibujos de una sola página. Para eso Excentric cinema es buenísimo, se abre en acordeón y él sólo se mantiene.
Nos quedan bastantes cuentos de sombras por probar, así que los buscaré y jugaremos con ellos.