Gran pequeño-gordo libro para ser acompañado de un vaso de agua y de muchas muchas energías porque es uno de esos cuentos en los que la imaginación no para de trabajar creando momentos divertidos, reforzando, además, el vínculo paterno-filial. Sin querer se me presenta un buen momento para contaros que Elea no solo ve libros y cuentos conmigo, lo hace con toda la familia, pero en especial con su papá y su mamá, por eso lo del vínculo.
Hoy os hablo de El arca de los animales, de Marianne Dubuc, editado por Editorial Juventud y requeteversionado por una servidora, no puedo decir más que ¡deseo que Elea lo elija cada día en el momento cuento! Y cuando eso no sucede, hago un poco de trampa y lo dejo a su alcance cerca de donde se encuentre. A veces funciona, otras no, y me parece aún más genial por su parte, si no lo eligió es que no le apetece.
Estuvo hace 4 o 5 meses ya en casa y no le gustó, por más vueltas que le dimos no le gustaban los dibujos o la historia o no supe adecuarlo a su edad. Ahora que lo volví a prestar de la biblioteca estoy pensando en comprarlo porque nos apasiona a las dos. Las ilustraciones son preciosas, nada más verlas me hicieron recordar los ratos que pasaba de pequeña coloreando y pintando con los plastidecor; además la mayoría de ellas tienen el fondo blanco, aunque Elea va desarrollándose como lectora y va aceptando dibujos sobre fondos de color. Y nos vienen estupendamente para enseñarle algunas emociones: miedo, tristeza, enfado, alegría…
Hemos creado un mejunje increíble de canciones, pequeñas historias dentro de la principal, juegos y hasta una despedida de buenas noches para que se vaya a dormir. Como nunca sabemos qué páginas van a abrirse no sabemos cómo se desarrollará la historia que estamos viendo, y creo adivinar en ella cierta expectación, ¿o la ve en mí y me imita? Casi siempre abrimos por los elefantes que están en la pradera y notan cómo empieza a llover y es imprescindible cantar la canción (también versionada) del arca de Noé. A veces le pido que me lo cuente ella y para hacerlo coge mi dedo índice y va señalando los dibujos. ¡Cuándo descubra que puede hacerlo ella sola se me partirá un poquito el corazón!
Cuando los elefantes paseaban y jugaban…
Eso sí, tengo que decir que me da cierta envidia el oso tristón al que cuidan y quieren los conejos, ratones y el gato, porque cuando le expliqué que sentía miedo del barco acercó la carita a la hoja y le plantó un beso; ¿y a tus padres por qué no? pensé yo, ¿por qué no le acercas el moflete como a nosotros? El que le llama bastante la atención es Noé cubierto por su paraguas verde, pero no sé qué me pide exactamente al señalarlo tan efusivamente… espero aclararlo alguna vez.
Dando un besito al oso tristón
Tocando al erizo porque «pincha»
Lo que sí sé es que cuando su papá se lo lee no lo hace como yo, lo que me hace considerar a Elea una suertuda. Ojalá pudiera saber qué piensa al escuchar (y ver) las diferentes versiones de este cuento que hemos creado cada uno.
¿Conoces a Marianne Dubuc de algún otro cuento?
¿Nos cuentas cómo lo cuentas tú?